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Los protagonistas, una compañía ambulante de fenómenos que se ganan la vida mostrándose a la gente que los margina, van recorriendo el tiempo y el espacio de una España en guerra.
Son testigos desapasionados de la desintegración de una sociedad que nunca les admitió y donde nunca estuvieron cómodos, seres deformes tratados con desprecio y miedo por los demás, que aprendieron a sobrevivir ajenos a sus normas.
Ellos, enanos, un domador de pulgas, una mujer gorda, una contorsionista, dos hermanos siameses, un hombre tan viejo como Matusalén, el más alto del mundo, una adivina, un titiritero, su mujer muda, junto con el director de la patética compañía, se van encontrando por los caminos con las personas a quienes la guerra les truncó el curso de sus vidas, teniendo que adaptarse, cada uno según su conciencia y posibilidades, al nuevo estado de cosas.
Entre las gentes que irán tratando hay un matrimonio de estraperlistas; un desertor y un cura, que unidos por la pérdida de la fe ¾uno en las armas, el otro en la gente¾, se dedican a llenar ese vacío salvando todas las obras de arte que puedan; un fotógrafo extranjero que intenta apresar el horror; un fusilado que sobrevivió a los tiros y a la fosa común; un buhonero; grupos de gente en filas huyendo sin saber a dónde…, personas anónimas que sin tener culpa han de reestructurar un destino que ellos no desviaron.
Las vidas de los seres marginados antes de la guerra y los actuales, van errando juntos, intercambiando sus historias y voluntades que aún darán otro giro a sus vidas, haciéndolas suyas, sin permitir ni que unas taras físicas, unos, ni la guerra, otros, les marquen más de lo ya hecho.
Ese viaje lo va contando una niña junto a sus propias experiencias al ir creciendo, entre ellas ser concebida y nacer. Ella, integrante de la compañía, ayuda a todos, con su mera presencia, a tomar conciencia de sus vidas; les muestra cómo son, independientemente de cómo les ven: mucho más que simples piezas del azar. Y actuarán en consecuencia.